Porque cuando hablamos de “fallar”,
hablamos de “intentarlo sin éxito” y hablamos también de ser alguien activo. El
“no intentarlo con éxito” rara vez existe, y el “intentarlo sin éxito”, “fallar”
o incluso, como diría su connotación más pesimista, “fracasar” la mayoría de
las veces tiene su parte positiva que no
es otra que aprender de los errores.
Estamos ante la simple o radical diferencia de ser alguien: activo o pasivo.
Y bien, esto último llevado al
campo de la salud o de la ausencia de esta determina lo que en un gran tanto por ciento vamos a ser en relación con
nuestra enfermedad. Digo enfermedad porque es algo absolutamente objetivo. Pero
no es tal, en mi opinión, el sentirse enfermo que forma parte no sólo de un
proceso de clínico si no también actitudinal.
Considero que todo enfermo crónico al principio, en fase aguda, se siente
enfermo. Es cuestión de evolución, de respeto, de querer, creer y, por tanto,
poder.
Y es que gran parte de nuestra
actitud pasiva o activa ante la enfermedad determina nuestra historia, nuestra
convivencia con ella. Ser participe en nuestra salud hace que podamos tomar las
riendas del asunto. Controlar hábitos
saludables tanto físicos (alimentación, ejercicio, etc ) como psíquicos (estado anímico, obsesiones,
actitud).
Hoy puedo decir que siempre
quise, con la diferencia que hoy CREO Y PUEDO.
NACHO