Fuimos los primeros de la clase, en algunos casos hasta brillantes.
Coleccionistas de Destacas y Sobresalientes,
ejemplos en pizarra, lectores en voz alta, protagonistas de obra de teatro…
Ahora pasan los días, unos detrás de otros, sin nada especial que
contar. Donde lo que antes era superfluo ahora nos es significativo. Una vida
tan llana que salir de casa es ya decir “he
hecho algo”.
Cabezas veinteañeras que se les agotan las ilusiones, acostumbrados al
olvido laboral, al rechazo empresarial y estatal.
Y ahora qué, ¿Para qué hemos quedado? Para ser expertos en Facebook,
reyes del sábado-noche, felices convidados por las abuelas, pedidores de paga e
ilusos enviadores de Currilums.
Responsables de nuestro futuro, culpables y víctimas de una vida cómoda ¡También
lo creo!
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